lunes, 25 de enero de 2016

EL JUEGO ES LA RESPUESTA


       “Ya sé que los artistas, los escritores, sois gente así… bohemia”.
       Yo quería partirle la cara, porque detesto ese lugar común. Me limité a contestarle con una sonrisa, a la que añadí algunas palabras. Le dije que no, que no se equivocase, que yo era, en todo caso, un pobre muerto de hambre, un comunista desengañado, un paria, un hombre cargado de bilis, un elitista irredento, un diletante, una fiera frustrada, un torpe aspirante a, un capullo que no entiende este tipo de comentarios, una persona muy delgada, un fumador empedernido, un señor en paro, un amante aplicado, un filósofo de bar, un escritorzuelo de madrugada, un enemigo diplomático, una persona que le odia a usted profundamente desde el respeto, una patada en los huevos cuando menos te lo esperas, un chico más bien bajito, un ciclotímico profesional, una barba pegada a una cara, un infierno en miniatura –amigo de sus amigos–, una nota a pie de página, un soldado desarmado y un insomne incurable, pero que de bohemio, en definitiva, yo no tenía nada. 
       Le dije todo esto, aunque sólo mentalmente. Y sin dejar de sonreír.
       Después le dejé pagar la cuenta, porque, como todo el mundo sabe, los bohemios nunca llevamos un duro encima. Esto sí se lo dije, y entonces sonrió, orgulloso de contribuir, siquiera mínimamente, a la manutención de un artista.

lunes, 18 de enero de 2016

EN EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES


       En el mejor de los mundos posibles, muy de vez en cuando, alguien estrella, por desidia o por pereza, un vaso de cristal contra el suelo, reduciéndolo a añicos. Cuando esto sucede se produce un silencio indescriptible y tardamos unos segundos en perdonar al autor de semejante atrocidad, recordando a modo de justificación los múltiples robos, asesinatos y violaciones que tienen lugar ininterrumpidamente en mundos menos favorecidos. A fin de cuentas terminamos asumiendo que el mejor de los mundos posibles es aquel que contiene, en la medida de lo posible, el resto de los mundos, y el amasijo de cristales rotos nos sirve como metáfora, como recordatorio. Así que nos limitamos a poner a salvo el resto de vasos y cambiamos de tema, confiando en que el terror se disipe cuanto antes y tratando de mantener la mejor de las calmas. Porque, como he dicho al principio, estas cosas sólo suceden muy de vez en cuando.
       Los cristales rotos se utilizan para fabricar nuevos vasos que nadie osará romper mientras recordemos el último incidente.

lunes, 11 de enero de 2016

LA REALIDAD


       También está ese juego en el que recibes una llamada telefónica inesperada. Resulta que es tu buen amigo Javier, que en realidad sólo quiere recomendarte que leas algo de Pierre Michon (“Este tío es increíble”, dice, “ya verás cuánto te gusta”). Como esa tarde no tienes nada que hacer –en realidad nunca tienes nada que hacer–, te dejas caer por la biblioteca municipal con la vaga esperanza de encontrar algún título del autor francés. En cuanto atraviesas la puerta de entrada divisas, en el primer estante junto al mostrador de préstamos, una selección de obras de literatura francesa contemporánea. En realidad no sabes a qué se debe semejante despliegue de francofilia, pero el caso es que allí reposa, casi dirías que aguardándote, Los once de Pierre Michon, así que lo coges y buscas asiento en uno de los sofás de la sección de prensa. Te extraña encontrar un sofá libre, porque en realidad la biblioteca municipal siempre está atestada de ancianos leyendo el periódico, pero es una noticia magnífica, piensas, ya que todavía no te has hecho el carnet de usuario de la biblioteca y, por lo tanto, no tienes derecho a llevarte el libro a tu casa. En realidad hasta te apetece leerlo ahí mismo, deglutir contrarreloj, ponerte a prueba. El libro es corto (apenas 130 páginas) y son las 18:04. Dispones de tiempo suficiente hasta la hora de cierre. Tomas asiento y compruebas que el sofá es realmente cómodo. Abres el libro y empiezas a leer.
       La lectura transcurre con una fluidez fuera de lo común, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que te cuesta concentrarte últimamente; en realidad hace varias semanas que lees muy pocas páginas diarias. Pero en seguida te atrapan la trama, la forma, el lenguaje, y no porque sea una lectura ligera precisamente, sino más bien por todo lo contrario. Te encuentras perfectamente, al límite de tus posibilidades lectoras. Sigues pasando páginas. De vez en cuando levantas la vista del libro, sólo para revolcarte en tu propio gozo, y una de esas veces tu mirada se cruza con la de una chica muy atractiva que hojea una revista sentada en el sofá de enfrente. En realidad parece que la revista le importa más bien poco.
       Al cabo de un rato compruebas que el libro, que ya te estaba pareciendo muy bueno, empieza a parecerte excepcional. En realidad no esperabas tanto de Pierre Michon, y no porque tengas algo contra él, del que no sabes prácticamente nada, sino porque tu amigo Javier tiende a exagerar sus juicios literarios. Te alegra compartir su punto de vista. Cuando quieres darte cuenta el libro se termina y la chica sigue enfrente, hojeando sin ganas su revista y dedicándote miradas cargadas de algo que podría ser interpretado como erotismo.
       Harto –en el mejor sentido de la palabra– del autor francés, te levantas del sofá y te diriges al estante junto al mostrador para devolver el libro a su lugar correspondiente. Lo colocas donde estaba, entre Echenoz y Modiano. Tardas unos segundos en comprobar que la chica te ha seguido hasta ahí. Se ha detenido a tus espaldas y, cuando te das la vuelta, ella replica con una sonrisa prolongada. Muy lentamente acerca sus labios a tu cara, los desvía hacia tu oreja izquierda y, sin dejar de sonreír, susurra en tu oído: “Vamos al cuarto de baño, quiero hacerte una mamada”. En realidad no sabes cómo reaccionar ante una proposición tan inesperada, pero ella se adelanta con determinación, cogiéndote de la mano y poniendo rumbo a la puerta de salida. Una vez fuera de la sala de lectura, la chica repite, ahora en voz alta: “Vamos al cuarto de baño”. Bajáis las escaleras que conducen al piso inferior, saltando los escalones de dos en dos. Entráis en el aseo de mujeres. Ella pone el pestillo. “Sácala”, musita. Tú respondes “Sí”. Es la primera palabra que pronuncias en horas.
       La chica, arrodillada, juega un rato con tu pene en su boca. De vez en cuando te lanza miradas, como en la sección de prensa, miradas que ahora sí resultan inequívocamente eróticas. Cuando alertas de la inminente eyaculación, ella se niega a liberar el juguete. Parece tener muy claro que tus fluidos le pertenecen, y obra en consecuencia. Tú no puedes dejar de pensar en Michon y en la realidad.
       Permaneces en el baño, abandonado, inerte, tratando de recomponer el mundo. La chica ha salido sin mediar palabra, sin despedirse siquiera, hace varios minutos. Decides subirte los pantalones y volver a casa, aunque en realidad te hubiese gustado regresar a la sala de lectura para buscar a esa chica. Una mujer que acaba de entrar en el cuarto de baño –recuerdas, avergonzándote en el acto, que estás en el aseo de mujeres– te sorprende con los pantalones a medio subir. Intentas buscar alguna excusa coherente, del tipo “en el de hombres no queda papel higiénico”, pero, anticipándose a cualquier explicación (tuya o suya) la mujer –señora, matizas a medida que se acerca– se abalanza sobre ti, buscando tu pene fláccido con su mano derecha. En realidad no ofreces resistencia.
       Fuera hace frío. Caminas muy despacio por la acera mojada, esquivando a los músicos callejeros. En un paso de peatones, poco antes de llegar a tu casa, un conductor despistado ha estado a punto de atropellarte. En realidad te ha rozado la chaqueta. Levemente alterado, buscas en el bolsillo derecho del pantalón tu teléfono móvil, lo coges y marcas el número de Javier. Cuando contesta dices “Tío, han estado a punto de atropellarme”, y a continuación, sin saber muy bien por qué, cuelgas. Piensas que Javier, preocupado, devolverá la llamada inmediatamente. Vamos, Javier; vamos. Junto al portal de tu casa sigues esperando esa llamada que en realidad no se produce. Ni se te pasa por la cabeza volver a llamarle tú a él. Tampoco quieres entrar en el edificio. Llueve a cántaros y deberías resguardarte, al menos en el portal, pero en realidad no lo haces, aunque tampoco sabrías decir con exactitud por qué no lo haces.

lunes, 4 de enero de 2016

ENTREVISTA A JAMES SHREHAT, CREADOR DEL JUEGO


Pregunta. Permítame dar comienzo a esta entrevista con una reciente declaración del mismísimo Sir Julen Carlston a propósito de usted. Cito textualmente: “El Juego de Shrehat es tan equilibrado, tan completo y, en definitiva, tan bello, que no sería descabellado afirmar que el resto de juegos –incluyendo los pretendidamente inmortales, como el ajedrez o el backgammon– tiene los días contados”. Trate de sacudirse la modestia de encima y dígame: ¿Cómo recibe usted este tipo de elogios?
Respuesta. Ya conocía la declaración de Carlston. Me parece una exageración, qué quiere que le diga. Pero debería usted aclarar que Sir Julen es, como todos los genios, una persona más bien bromista. Adoro el ajedrez y el backgammon, muchísima gente los adora, y le aseguro que seguirán adorándolos. Es absurdo pensar que vayan a desaparecer. Mi Juego, por otra parte, no existiría de no ser por ellos; forman parte de mis influencias. Dejémoslo aquí: no me siento cómodo comentando halagos.
P. Y sin embargo éstos se suceden ininterrumpidamente desde que, hace ya casi una década, salió a la venta su Juego. ¿Esperaba usted tanto de su creación? Quiero decir, ¿Esperaba que se convirtiera en un acontecimiento a escala mundial?
R. Pues mire, uno nunca sabe cómo va a reaccionar el público. Y suele decirse que todos, en tanto que usuarios de juegos (tanto de mesa como electrónicos, interactivos o de azar, de astucia o de inteligencia, etc.), somos, por definición, conservadores. Es probable que así sea, que tuviera las de perder (nunca mejor dicho). Lo único que puedo decirle al respecto es que creí firmemente y desde el principio en mi intuición, y que no escatimé tiempo ni esfuerzo en desarrollarla. Estoy muy agradecido por la acogida de mi propuesta.
P. No es para menos. Casi la mitad de los colegios norteamericanos han incluido su Juego como asignatura obligatoria a nivel curricular, y diversos estudios han demostrado que mejora las aptitudes artísticas de los alumnos, que fortalece la memoria a corto y largo plazo, que ayuda a incrementar el vocabulario… ¿Qué defectos tiene su juego?
R. No soy la persona más indicada para contestar esta pregunta, como usted comprenderá…
P. De acuerdo. Entonces hablemos de las críticas recurrentes: la aceleración del ritmo cardíaco, la confusión mental, los vómitos, los orgasmos súbitos, la adicción…
R. ¿Los orgasmos son una crítica? Bienvenida sea.
P. Bueno, es sólo una de las muchas que recibe.
R. Mire, todo depende de cómo se implique cada jugador en el Juego. Ciertos grupos de presión han hecho una campaña muy cínica, tratando de responsabilizarme de una serie de accidentes (anecdóticos, por otro lado) que responden a la mala praxis de algunos usuarios. El libreto de instrucciones especifica que no se debe jugar durante más de dos horas seguidas, que el uso nocturno es desaconsejable, que bajo ningún concepto pueden jugar mujeres embarazadas… en definitiva: no me parecen críticas serias. Es como culpar al automóvil en vez de al conductor negligente. Del uso al abuso…
P. Hay un trecho, de acuerdo. Y sin embargo se ha ganado la enemistad de varios colectivos…
R. Si no recuerdo mal, la Asociación Nacional de Madres Puritanas, la Liga Americana Contra el Juego, la Coalición Asexual, y la Asamblea de Afectados por el Ingenio. Mis enemigos me honran todavía más que mis partidarios, como puede usted comprobar.
P. Dejemos las reacciones a un lado y volvamos a la propia idea. ¿Cómo se le ocurre el Juego?
R. Mire, yo no creo en las ideas. Lo que hay detrás del Juego es mucho trabajo, como le he dicho antes. Y mucha investigación. Partí, más que de una idea, de una asunción básica: el ser humano, en esencia, sólo quiere divertirse. El divertimento lo es todo. Y si a ese divertimento, tras estudiarlo históricamente y a conciencia, le añadimos lo que le faltaba
P. ¿Se refiere a la monitorización en tiempo real?
R. Entre otras cosas, sí. La posibilidad de acceder a los pensamientos del rival completa el Juego, esto es, totaliza la experiencia, y la inclusión de piezas multiformes introduce la arbitrariedad, el azar. Se trata de potenciar al máximo, de llevar hasta sus últimas consecuencias las virtudes de los juegos que nos preceden. Y sin necesidad de tablero.
P. Pero ya está en circulación una versión con tablero…
R. …Que no tiene absolutamente nada que ver con el espíritu original del Juego. Es una versión pirata. Ahora todo el mundo quiere sacar tajada, es lógico. Pero la hemos desautorizado, y muy pronto desaparecerá del mercado, se lo aseguro.
P. ¿No resta la monitorización en tiempo real, independientemente de su éxito, cierto romanticismo al Juego?
R. Es que mire, eso es como decir que las Agencias de Calificación restan romanticismo a las apuestas del inversor de bolsa, o que nuestros conocimientos sobre el ADN restan romanticismo a nuestra personalidad. Ni lo comparto ni lo comprendo. Cuando uno sabe a ciencia cierta el número y el tipo de jugadas que maneja su rival, la partida es totalmente honesta. Más honesta que nunca. Quizás sea necesario redefinir el concepto de juego, que hasta ahora se ha basado en la información oculta.
P. En el secreto.
R. Exacto. Mi Juego, por el contrario, es radicalmente transparente. Desnuda a los participantes, los iguala.
P. Los anula…
R. Es una forma de verlo. Yo creo que anula, en cualquier caso, las desigualdades apriorísticas.
P. ¿Y qué me dice del sistema de puntos? Hay quien sostiene que el algoritmo base del Juego está inspirado en el sistema pitagórico…
R. No pretenderá usted que desvele la fórmula de mi Coca-cola, ¿verdad?
P. Esperaba alguna pista.
R. Pues siga esperando. Pero no demasiado, porque me temo que debemos ir terminando. Tengo otros compromisos. 
P. ¿Qué hace uno después de haber creado el Juego? ¿En qué proyecto trabaja actualmente?
R. Si quiere que le diga la verdad, no tengo ningún proyecto en mente. El Juego ha sido un trabajo a tiempo completo durante quince años de mi vida. Asumo que me he agotado a nivel creativo, que casi con toda seguridad esta será mi última palabra en la industria del entretenimiento. Pero no vivo esto como un drama, sino como un gran logro, porque creo que en efecto lo es. Mire, yo también quiero citarle unas palabras de Alexey Pazhitnov, que en su día dijo: “El Tetris es lo único bueno que he hecho en mi vida”. A muchos les parecerá una frase un poco triste, pero cuando uno revoluciona el mundo, tiene que saber que, estadísticamente, esa será la última vez que lo hace. Y asumirlo.
P. Vaya, ahora mismo no sabría decir si es usted muy humilde o un auténtico megalómano…
R. Probablemente porque sea ambas cosas.
P. ¿Le importaría que coronáramos esta entrevista con una partida de Juego?
R. Como quiera; puede ir conectando los electrodos. Pero déjeme advertirle que se está jugando usted la vida.