martes, 3 de noviembre de 2015

RESPUESTAS DE AUTORES SECUNDARIOS A LA MISMA PREGUNTA


       Yo escribo porque escribir no cuenta. Es como asesinar a un ser querido eludiendo la posibilidad de acabar en la cárcel. La venganza perfecta. Un ajuste de cuentas con el mundo sin miedo a represalias. Puede escribir eso. Escribir no cuenta, o en cualquier caso es tenido en cuenta como algo inofensivo. Vaya usted a saber por qué.
       (Karl Wagen, 1901).

       Cuando era niño soñaba a menudo con un paisaje imposible de describir: una montaña que no era montaña, un río que no era río, un cielo que tenía algo de caballo. Desde entonces asumo que escribir es siempre escribir sobre lo inexpresable. Escribir porque sé que no sé o que no puedo saber. Si algo puede ser transmitido con facilidad, quizás no merezca la pena escribirlo.
       (Ausel Zangriand, 1917).

       Fíjese en el mundo que nos ha tocado vivir. Hoy cualquiera escribe, se ha perdido la cultura de la excelencia, el respeto a la página en blanco, la tradición… es un desastre. Escribo para resistir. Escribir es para mí una forma de resistencia. Escribo para preservar la literatura de contaminaciones externas. Si contribuyo, siquiera mínimamente, a que las mal llamadas “vanguardias” pasen a mejor vida, podré darme por satisfecho.
       (G. Montini, 1929).

       Escribir es una responsabilidad moral. Siempre he creído que el verdadero escritor es una suerte de historiador lírico. No podemos permitir que el ser humano repita una y otra vez los mismos errores. Creo en una literatura al servicio del pueblo. Escribir porque sí, por el mero placer de escribir, es un ejercicio onanista, una trampa que nos tiende el ego. Escribo por voluntad de servicio público.
       (Andrés López Matas, 1936).

       Hace diez años quizás le hubiera contestado, obcecado en ese discurso del “Progreso” heredado de la Ilustración, que la literatura nos hace mejores. Lo creía de verdad. Hoy sólo me atrevo a decir que escribo porque me gusta, porque se me da bien, porque es una forma como otra cualquiera de ganarse la vida. Disfruto mucho escribiendo, por mucho que la temática de mis novelas resulte inevitablemente pesimista. Algunos críticos juzgan esto paradójico. Yo creo que no lo es.
       (Jean Mitreure, 1945).

       Es una buena pregunta. El otro día estaba escuchando una conversación que mantenían un par de amigos en una cafetería. Más bien discutían. Los tres íbamos puestos de anfetamina. Traté de anotar en mi libreta esa conversación. Hablaban muy deprisa. Al día siguiente leí lo que había escrito. No tenía sentido. Entonces me dije a mí mismo: “Quizás sobre esta falta de sentido podríamos fundar una nueva literatura”. No sé. Vale la pena intentarlo. Estamos transformando la realidad. Escribir forma parte de esa realidad. No sé si me explico.
       (Mark Smithson, 1958).

       Pues verá: yo escribo porque mi aldea y mi infancia me quedan muy lejos, allá, al otro lado del charco, y las echo en falta. Pero sobre todo escribo porque aquí en París hace mucho frío. La literatura, en cambio, es un animal de sangre caliente. Eso es algo que no acaban de entender ustedes, los europeos; eso de escribir nomás para calentarse.
       (Emiliano Vásquez, 1964).

       Porque soy masoquista. Disfruto mucho leyendo, pero nunca he disfrutado escribiendo. Lo mío es compulsivo, no sé hacer las cosas de otra manera. Escribo de pura desesperación, igual que otros se dan al juego o a la bebida. Escribir es un vicio, y además no sirve para nada. Es sencillamente una forma de vida, tan absurda como cualquier otra. Quizás algo menos absurda cuando empiezas a ganar algún dinero con ella. Sólo quizás. Una condena, en cualquier caso. Se trata de llevarla con dignidad, eso es todo.
       (Matsue Yokio, 1972).

       Por la misma razón por la que usted se pasa constantemente la mano por la cabeza a pesar de estar rapado al cero: por las cosquillas.
       (Kristof Janeseken, 1983).

       Interpreto que su pregunta está condicionada por los recientes debates en torno al papel que debe –o puede– jugar la literatura en la era del advenimiento de los mass-media en tanto que Entretenimiento Total contrapuesto a la tradicionalmente llamada “Alta Cultura”. Si va usted por ahí, mi respuesta es que seguramente los diseñadores de videojuegos han entendido mejor que nosotros cómo evolucionará la literatura. Le diré que escribo porque no sé programar. Considérelo; es un titular interesante.
       (H. Bloomington, 1997).

       Me alegra que me haga esa pregunta porque muchos críticos sostienen que en realidad yo no escribo, sino que copio lo que otros han escrito antes que yo –(risas)–. Yo quería ser actor, que es otro modo de ser un farsante. Quizás me hubieran tomado más en serio. Está claro que escribir sobre la propia literatura es una propuesta arriesgada, quizás incluso temeraria. Escribo porque no tengo miedo. Porque no le tengo miedo al miedo.
       (E. Cajas-Puente, 2001).

       ¿Podría hacer el favor de repetirme la pregunta?
       (Ángel Herrero, 2012).