lunes, 16 de noviembre de 2015

MEGABYTE


       En la esquina inferior izquierda de la pantalla de mi Packard Bell portátil destaca, por defecto, un simpático icono con forma de carpeta. Si desplazo el cursor hacia ella y pulso el botón primario del ratón, aparece una segunda pantalla con cuatro subcarpetas (Documentos, Música, Imágenes, Vídeos), también instaladas por defecto. Si opto por abrir Documentos, una nueva pantalla me conduce a mi carpeta personal, bautizada Mis Textos. Pero esta no quiero abrirla. Me limito a posar la flecha del cursor sobre su icono y finalmente decido pulsar el botón secundario. De entre todas las opciones que se me ofrecen escojo Propiedades. En el apartado General se me informa de que mi carpeta contiene 286 archivos y 16 carpetas. Son 219 MB, por lo visto.
       Digamos que, en los últimos siete años, he escrito un total de 219 MB. Al menos en este ordenador. Ignoro si es mucho, si es poco, si es lo normal. Pero el caso es que en Mis Textos hay –considero– una cantidad exagerada de escritos-basura: proyectos inacabados, relatos fallidos, reflexiones irreflexivas, una terrible obra de teatro e incluso algún que otro libro de poemas. Lo que me interesa ahora es saber cuántos de esos MB valen realmente la pena. Una de las dieciséis carpetas anteriormente citadas reza Libros Terminados. Supongamos que esos son los MB netos de mi producción. Si pincho con el botón secundario en esta última carpeta, selecciono Propiedades y leo el apartado General, compruebo que allí figuran 16 archivos y 3,16 MB. Entonces me pregunto de cuántos de esos archivos puedo sentirme verdaderamente satisfecho. Si hemos de ser exigentes –y sí, hemos de serlo– creo que, como mucho, de tres. Sí, definitivamente: de tres libros. Y no demasiado largos. Rápidamente hago la suma: tres archivos; el primero de ellos ocupa 284 KB, el segundo 314 KB, y el tercero 369 KB. Tenemos un total de 967 KB. Ni siquiera llegamos a 1 MB útil.
       Todo esto resultaría descorazonador de no ser porque no tengo ni idea de qué demonios es un MB. El Diccionario de uso del español de María Moliner lo define como “Unidad que equivale aproximadamente a un millón de bytes”. Un millón de tonterías. A mí me gusta imaginármelo diminuto y poderoso, un bichejo salvaje, indómito, seguramente a prueba de holocaustos nucleares. Entonces sonrío y pienso que todo se reduce a alimentar ese MB, a cuidarlo y sacarle brillo, pero también a reprenderlo con severidad llegado el caso, a amenazarle con tirarlo, íntegro o troceado, a la Papelera de Reciclaje. Y comprendo finalmente por qué absolutamente todos los padres de este mundo se sienten, en mayor o menor medida, orgullosos de sus hijos, sean estos héroes o villanos. Y concluyo que todos los juegos, todos los cuidados son pocos para mi pequeño mamut de fabricación casera.