jueves, 4 de junio de 2015

FILOSOFÍA FICTICIA EN EL MUNDO ANTIGUO (I)


        Arjíteles de Mileto

     De Arjíteles sabemos que vivió en el siglo VI a. de C. y que se dedicó, sobre todo, a cultivar un pequeño huerto en las afueras de su ciudad. Menos conocido que otros filósofos de su generación como Tales o Anaximandro, su pensamiento osciló entre la física y la botánica, nutriendo a ambas disciplinas. Estaba convencido de que el origen de todo lo real era un árbol centenario que había tenido la oportunidad de contemplar en uno de sus viajes a la isla de Zenota. Este bello árbol, dijo entonces para sí, es sin duda el principio de todas las cosas. Cuando, de vuelta en Mileto, repitió la misma afirmación –no ya para sí, sino para todo el que quisiera escucharla–, fue tomado por loco y, confinado en su propio huerto, a punto estuvo de perder realmente la cabeza.
       A partir de aquel momento empleó todo su tiempo en estudiar las propiedades de la tierra, del agua, del sol y del viento, pero sólo como un medio para saber en qué medida estas variables podían afectar a la longevidad de los árboles y plantas. Cuando lo supo, hizo germinar un árbol perfecto, idéntico al que se había encontrado en la isla de Zenota.
       El árbol de Arjíteles fue talado en el siglo IV a. de C. por un grupo de exaltados platónicos. De la suerte que corrió el árbol de la isla de Zenota tenemos noticias contradictorias. Nos inclinamos por afirmar que el actualmente denominado “Árbol de Zenota” –variedad autóctona en vías de desaparición– poco o nada tiene que ver con el original (a menos, claro está, que Arjíteles estuviese en posesión de la verdad y aquel árbol fuese, en efecto, el origen de todas las cosas, incluyendo el falso árbol de Zenota). Es innegable, sin embargo, la querencia actual de los isleños por la figura de Arjíteles –suponemos que sobre todo o en gran medida porque favorece el turismo en la zona–.