lunes, 26 de enero de 2015

UNA LEYENDA


        Cuenta la leyenda que hace muchos años se reunieron en lo alto de una torre los mejores filósofos del reino. Su misión consistía en acabar con todos los males de la tierra e instaurar un nuevo orden mundial. Para ello permanecerían recluidos durante siete días y siete noches, debatiendo sus propuestas de cambio. Así, el primer filósofo hizo hincapié en la necesidad de acabar con el hambre, el segundo apostó por una educación universal, el tercero defendió la conveniencia de leyes justas, el cuarto pactó con sus compañeros un sistema de diplomacia internacional, el quinto recordó la importancia de los servicios sanitarios, el sexto esbozó un plan de infraestructuras público, y el séptimo, en un arrebato de lucidez, propuso asesinar al rey.
       Cuando salieron de la torre, un emisario real les condujo hasta el monarca. Llegados a palacio, los siete filósofos explicaron al rey los pormenores del plan conjunto, obviando –huelga decirlo– el polémico punto del magnicidio. Mostrándose su Majestad satisfecha, comenzaron los preparativos del nuevo gobierno ilustrado. Se aprobaron las pertinentes leyes, se puso fin a las hambrunas, fue educado el pueblo, derribadas las fronteras... todo marchaba, en definitiva, según lo previsto.
       Una noche el séptimo filósofo penetró en los aposentos del rey mientras éste dormía. Cuando iba a degollarlo, un oficial de la guardia real, escondido tras las cortinas, alertó del peligro y el agresor fue apresado. Se le encarceló al día siguiente. El rey quiso interrogarle antes de que lo ajusticiaran. “¿Por qué querías matarme?”, le preguntó en la celda. “Para ahorrarle a su Majestad el disgusto de aprender filosofía”, contestó el séptimo filósofo. El monarca le dio muerte allí mismo.
       No se sabe qué les sucedió a los otros seis filósofos. Unos dicen que huyeron nuevamente hacia su refugio y que allí siguen encerrados, buscando soluciones a los problemas de este mundo. Otros dicen que el rey ordenó su ejecución inmediata y que fueron masacrados en público. Yo apuesto por la primera hipótesis. De lo contrario no entendería las extrañas reuniones del nuevo monarca, el porqué de tantos ruidos, tantas luces, cada noche, en lo alto de la torre.