jueves, 30 de enero de 2014

PRIORIDADES


       Hombre Masa y Hombre Ilustrado mantienen desde hace años una amistad relativa. El primero, perfectamente amoldado a los cánones académicos, no ha tenido ningún problema a la hora de labrarse una brillante carrera como investigador en su disciplina. El segundo, felizmente borracho de multidisciplinariedad, ha optado por un trabajo humilde que le permite ganarse la vida sin sobresaltos. Hombre Masa cree que Hombre Ilustrado está tirando por la borda todo su potencial intelectual, pero también (y sobre todo) su futuro laboral. Hombre Ilustrado opina que Hombre Masa otorga al trabajo una importancia desmesurada. Del mismo modo, asume con perplejidad la posibilidad de que un individuo como Hombre Masa proyecte todas sus aspiraciones en un campo de estudio determinado. Hombre Masa, orgulloso de su estatus, está convencido de que Hombre Ilustrado es, en definitiva (y muy a pesar de su impecable formación), un irresponsable.
       Años después, mientras Hombre Masa se halla envuelto en una maraña de prestigiosas convenciones internacionales, Hombre Ilustrado besa a Mujer Ilustrada en el salón de su casa, a las cinco en punto de la tarde. A las cinco y cuarto vuelve a besarla.

lunes, 27 de enero de 2014

ÉLITE


      Por extraño que parezca, Hombre Azul no se ha visto expuesto en exceso a la lacra de la discriminación. El color de su piel, muy al contrario, le ha servido en multitud de ocasiones como pretexto para entablar singulares relaciones sociales: los pintores de su ciudad han retratado ya su peculiar cromaticidad, los poetas le buscan todavía para inspirarse, y las madres con hijas en edad de merecer no podían dejar de ver en él al meritorio personaje que habría de desposar felizmente a sus princesitas. Si bien es cierto que su infancia transcurrió entre burlas y collejas, no menos cierto es que Hombre Azul gozaba hasta hace poco de un estatus con el que muchos de sus conciudadanos tan sólo podían soñar, y muchos llegaron a considerarlo un referente moral y un modelo a seguir. El problema surgió a raíz de su sonado tropiezo.
     El día D, Hombre Azul, como por descuido, dedicó un gesto levemente recriminatorio a uno de sus vecinos. Parece ser que el sujeto en cuestión acostumbraba colgar la ropa en el tendal exterior sin haberla escurrido previamente y, claro, esto molestaba a Hombre Azul, que se veía forzado a asistir con periodicidad al drama del goteo sobre su colada. El boca-oreja hizo el resto y, desde entonces, nadie se puede explicar cómo pudo llegar a semejantes extremos un ciudadano tan virtuoso como Hombre Azul. Algunos dirán que el vulgo llevaba años esperando una excusa, pero Hombre Amarillo opina que por fin se hace justicia y acoge la noticia con renovada esperanza.

jueves, 23 de enero de 2014

PATRIMONIO

       
       Como Asdrúbal ha encontrado por fin el Santo Grial, se apresura en hacer público su descubrimiento. Han sido décadas de búsqueda ininterrumpida, de pistas minuciosamente examinadas que, finalmente, han conducido hacia el pequeño templo turco que lo acoge desde hace siglos. La rueda de prensa, rebosante de periodistas y especialistas de renombre, discurre con cierta normalidad, o al menos toda la normalidad con que puede discurrir un acontecimiento de semejantes características. Asdrúbal está satisfecho, exultante incluso, porque sabe que su hallazgo le asegura un lugar privilegiado en el río de la historia. Tras una serie de preguntas relativas a las pruebas que aseguran la autenticidad del sagrado cáliz, el arqueólogo se pronuncia tajante: la recuperación del Santo Grial es un hecho del que nadie puede dudar, y así lo atestiguan sus diversos trabajos de investigación. Otra batería de preguntas recurrentes es la que atañe al destino de reposo del Grial, pues son muchas (por obvias razones) las instancias culturales interesadas en acoger en sus museos y sociedades el recipiente divino. Asdrúbal sentencia, sin mayores concreciones, que la copa –a su juicio– no debería tener un depositario determinado ad infinitum. En ese momento, hacia el fondo de la sala, un individuo de larga melena y barba descuidada, visiblemente molesto, se levanta de su asiento chascando la lengua. Después se dirige hacia la máquina de café del recibidor y, desprendiéndose de su corona vegetal, coge un vasito de plástico, sonriendo con ironía.

lunes, 20 de enero de 2014

EL LIBRO QUE NUNCA SE ACABA

       
       El hombre que lee el libro que nunca se acaba se siente últimamente hastiado de la tarea que le ha sido encomendada. Han pasado casi veinte años desde que un extraño anciano le confiase semejante encargo y, sin embargo, cada año que pasa le resulta más difícil renunciar sin más a seguir leyendo, sobre todo teniendo en cuenta el largo camino ya andado. Lo más curioso del libro que nunca se acaba es que no es excesivamente largo; por supuesto es el libro más voluminoso que el hombre que lee el libro que nunca se acaba haya visto jamás, pero lo cierto es que no ocupa más que el espacio propio de la mesilla de noche, aunque se eleve unos cuantos metros por encima de la misma. Como las páginas no están numeradas, el hombre que lee el libro que nunca se acaba calcula que habrá leído ya unas cien mil, pero no está del todo seguro porque desde que se siente hastiado lee mucho menos. Hace algunos días decidió telefonear al anciano (ahora ya mucho más envejecido si cabe) para comunicarle la fatal noticia: le han detectado un cáncer terminal. El hombre que lee el libro que nunca se acaba está preocupado porque intuye que, debido a la enfermedad, no podrá llevar a buen término su misión. Tras una larga charla, el hombre y el anciano acuerdan una solución que a ambos satisface. Al día siguiente, tras un frugal desayuno, el hombre que lee el libro que nunca se acaba despierta a su hijo y le pide que lo acompañe hasta la mesilla de noche.

jueves, 16 de enero de 2014

UNA DISPUTA

       
       Pic sabe que Poc no tiene razón en absoluto. Opina que la conversación ha derivado definitivamente hacia la descalificación encubierta, y así se lo hace saber a su amigo. Poc se ofende al principio, deja reposar en la mesa su taza de té y trata de expresar de nuevo su razonamiento para que Pic asienta, ya desarmado. Pic piensa entonces que odia a Poc y que se odia todavía más a sí mismo por no ser capaz de manifestarlo, por no haber sido capaz de manifestarlo nunca; lo odia con todas sus fuerzas y desea matarle. Poc sentencia convenientemente su conclusión y aguarda paternal la respuesta de Pic. La respuesta de Pic se transforma en un sonoro puñetazo que Poc, como no puede ser de otra manera, recibe con indignación. Los dos amigos se enzarzan después en una lluvia de golpes-meteorito que se hunden en sus respectivas complexiones no demasiado atléticas. Pic se hace finalmente con un cuchillo que asiste desde la mesa al dantesco festival de mamporros, lo entierra en el vientre de Poc, y ya sólo escucha el alarido impotente de su rival. Meses más tarde, en mitad del juicio, Pic explica al juez el motivo de la disputa. El magistrado dicta sentencia, los abogados se retiran y algunas mujeres lloran, pero Pic gana la batalla por segunda vez. Poc era un hombre extremadamente feo y así ha de constar a los efectos oportunos. Al día siguiente Pic reúne el valor suficiente para pedir disculpas a la viuda.

lunes, 13 de enero de 2014

HORAS QUE NO EXISTEN


       Hombre B se despide de Hombre A habiendo dispuesto una nueva cita que habría de tener lugar la semana siguiente, en el mismo lugar, “entre las siete y las siete y media de la tarde”.
    Hombre A –hombre culto– sabe perfectamente que la hora convenida no existe realmente e intuye que esto puede constituir una fuente de problemas. Al cabo de una semana, y según lo acordado, determina que las siete y cuarto (el punto temporal intermedio entre ambos extremos horarios) es seguramente la hora más propicia para personarse en el café Conquistador sin faltar a su palabra. Cuando llega decide esperar a Hombre B en el interior del local y pide un café cortado con hielo. En el momento de ser servido, Hombre A pregunta al camarero si conoce a un tal Hombre B y si ese hombre ha pasado por allí, no vaya a ser que se haya cansado de esperar y se haya ido. El camarero mira asustado a Hombre A y le clava la pregunta traicionera: “¿A qué hora ha quedado usted?” “Entre las siete y las siete y media”, contesta Hombre A. Nuestro camarero se aleja aterrado porque acaba de conocer a un hombre que se ha perdido en el tiempo. Persuadido de la gravedad de su situación, Hombre A se encierra en el aseo de caballeros y se quita la vida. Hombre B correrá con los gastos del entierro de su amigo. Podría haberle ocurrido a él.

jueves, 9 de enero de 2014

UN PRÓLOGO


       Quizás le parezca a usted fácil, pero no se precipite todavía. Faltan unos cuantos renglones para el salto al vacío, a la página en blanco que invariablemente se ensucia. Despídase por adelantado de las letras y de las frases, de las risas y los llantos. Ahora; pase ahora la página. Recuerde que el olvido no le pertenece al libro, sino sólo a usted. Hombre A, Hombre B... eso poco importa. Quien lee es A o B, pero nunca Y o Z, nunca incógnita insondable. Míreme a los ojos, pues estoy detrás del texto, más allá, donde los signos se trepanan. Donde –quizás a usted– le parezca fácil.

lunes, 6 de enero de 2014

HOMBRE A, HOMBRE B (CITAS INTRODUCTORIAS)


Me dije a mí mismo: “Es imposible que yo crea esto”,
y al decirlo observé que ya era la segunda vez que lo creía.

GEORG CHRISTOPH LICHTENBERG


Un momento llega en el que nos parece ocioso tener que
escoger entre la metafísica y el amateurismo; 
entre lo insondable y la anécdota.

E. M. CIORAN