lunes, 30 de septiembre de 2013

CONSEJOS NO-SOLICITADOS


Algunos consejos no-solicitados (y, no obstante, presumiblemente bienintencionados) que he recibido en los últimos (y no tan últimos) años a propósito de mi supuesta actividad escritora (entre paréntesis mis consideraciones):

1.      “Deberías enviar tus obras a concursos literarios”. (Como en Reservoir dogs, eso ya se ha probado y no funciona –o no del todo–).
2.      “Siempre puedes recurrir a la autoedición”. (O, como en American beauty, a la paja en la ducha antes de ir a trabajar –si tienes trabajo, claro–).
3.      “Abre un blog”. (Hecho: error. Menos tiempo para escribir cosas más importantes).
4.      “¿Y en gallego?” (Sin comentarios).
5.      “Es que relatos… ¿Por qué no una novela?” (Porque Borges).
6.      “Vete a Madrid y llama a algunas puertas”. (Pero ¿no veis que la movida gorda está en Barcelona?).
7.      “Prueba a relacionarte con otros escritores de tu edad que ya publiquen”. (Entre “susto” o “muerte”, uno siempre ha sido más de “muerte”).
8.      “Si dedicaras la mitad de las horas que te pasas escribiendo a promocionarte…” (…me perdería el respeto en la mitad de la mitad de esas mismas horas).
9.      “¡Pero si hay un montón de editoriales!” (…que no aceptan manuscritos no-solicitados, como hace un servidor con los consejos).
10.  “Es que no tienes ni facebook…” (…porque Obama nos espía, tonto).

…Y un consejo nunca-recibido que me hubiese resultado la mar de útil hará cosa de una década:
“Enciérrate a escribir. Cuatro horas diarias por lo menos. Y olvídate de publicar. Escribe más, escribe mejor, escribe hasta que no puedas más. Y después sigue escribiendo”.

Amén, coño.

lunes, 23 de septiembre de 2013

CELOS (II)


Mientras María trataba de explicar por enésima vez al buen José los rudimentos del misticismo embrionario, unos simpáticos pastores se entretenían junto al pesebre improvisando historias, apurando hipótesis, ultimando apuestas, pero sobre todo observando de hito en hito, irremediablemente incrédulos, el desproporcionado miembro viril de cierta paloma que por allí pasaba.



("Celos" aquí).

jueves, 19 de septiembre de 2013

ENTUERTOS Y AVENTURAS


Al final va a ser que siempre estamos echando de menos El Quijote y, quizás por no releerlo sin más una y otra vez hasta el día de nuestra muerte, como autómatas sedientos de entuertos y aventuras, decidimos refugiarnos periódicamente en obras-hermanas (declaradas o no) como el Cándido de Voltaire, el Peer Gynt de Ibsen, las Desventuras del buen soldado Svejk de Hasek o El plantador de tabaco de Barth. La prueba definitiva de la vigencia de la gran novela cervantina no se encuentra en ningún estudio, en ningún tratado, en ninguna tesis; lo que realmente define la importancia de nuestro manco favorito reside en un hecho incontrovertible: cada lengua, sin apenas excepción, tiene su propia versión más-o-menos-camuflada del Quijote. Busquen, busquen.

Podría decirse, en este sentido, que El Quijote es grande porque sigue escribiéndose, o –mejor aún– porque nunca acaba de escribirse.

lunes, 16 de septiembre de 2013

ORGULLO(S) NACIONAL(ES)


Resulta a todas luces tentador contemplar el “Asunto Catalán” en su vertiente más lúdica, menos tremenda; juzgarlo, digamos, como entretenimiento popular, que es lo que muchos entendemos que se ha hecho de él –con magníficos resultados, por cierto, si de distraer la atención del atribulado personal se trataba–. Y digo que el asunto es entretenido porque la cosa va de banderitas de colores (muy socorridas siempre), del supuesto Volkgeist o “Espíritu de los Pueblos” (romanticismo alemán en estado puro) del “Estado Opresor” (el famoso marxismo de derechas –valga el oxímoron– al que tan acostumbrados nos tiene CIU), pero sobre todo, como viene siendo habitual en estos casos, de los putísimos Orgullos Nacionales. Y cuando se juega con semejante combinación de palabras (de ideas, a la postre), ya tenemos el chiringuito petao y funcionando a pleno rendimiento. Así, mientras unos fascistas submentales –valga esta vez la redundancia– asaltaban una delegación de la Generalitat en Madrid, otros simpáticos encapuchados se hacían los héroes ante los suyos con un mechero y tal y cual. A mí esto de sentirse orgulloso de algo que uno, por definición, no elige –el lugar de nacimiento, y en ciertos casos incluso de residencia– siempre me ha olido un poco raro; un poco a puta mierda, para entendernos. Tendrán ustedes que perdonar mi estrechez de miras, pero sigo pensando que este espectáculo de banderas y contra-banderas responde fundamentalmente a intereses de Marca©, de Estado® y, en definitiva, de Pasta. Donde otros se empeñan en dibujar un pulso entre España y Cataluña uno no puede evitar ver una batalla propagandística, fatalmente camuflada (la de toda la vida, oiga), entre la derecha española y la derecha catalana –asunto bien distinto–, inmersas ambas en sendas campañas intensivas de captación de socios (o sea, de votos). “¿La derecha? Se olvida usted de ERC”, dirán algunos. De acuerdo: tendremos entonces que aceptar pulpo como animal de compañía. Hay que joderse.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

SABER Y COMPROBAR


(1)
Elegimos, sí, leer a Pirandello, a Schopenhauer, a Onetti o a Pavese. Pero nunca podemos elegir del todo cómo los leemos; dicho de otro modo: no siempre nos resulta posible iluminarnos o dejarnos iluminar por ellos como nos gustaría. Uno sabe, por ejemplo, que Parerga y Paralipómena es una obra maestra, pero acaso no alcance a comprobarlo todas y cada una de las veces que se detenga a leer sus páginas. Nos queda entonces el eterno darse de cabezazos contra la pared, la desesperada búsqueda de un sentido que quizás en algún otro momento, en circunstancias más felices o inspiradas, creímos haber encontrado. Y aun cuando éste permanezca oculto, sobreviene sin embargo, alguna que otra vez, la sorpresa que justifica nuestro infructuoso empecinamiento: nos descubrimos dialogando. Dialogamos. Quizás tan sólo con nosotros mismos, pero dialogamos.

(2)
Mis amigos deben estar ya hartos de oírme contar la anécdota, pero en fin: una vez, en un autobús de camino a Pontevedra, con la luz del sol también empecinada en cegar mi lectura, creí haber comprendido en su práctica totalidad –y tras meses de estudio– el funcionamiento del sistema hegeliano. Pero (¡horror!), cuando llegó el momento de abandonar ese mismo bus, algo se había perdido irremediablemente –acaso la propia luz solar–. El caso es que nunca he vuelto a tener, desde entonces, una visión tan abarcadora, tan nítida, del más complejo de los pensadores alemanes. Y no me avergüenza confesar que, cada vez que retomo la Fenomenología del Espíritu, el diálogo que por todos los medios trato de reanudar no es tanto con el gran (y en cierto modo inaprensible) Hegel, sino más bien con ese-otro-yo que hace ya algunos años creyó haber entendido algo.

(3)
Hay quien lee únicamente si entiende o para entender, quien considera que una lectura incomprensible o incomprendida es siempre una pérdida de tiempo (llamémosle “Lector-Fascista”). Se ignora, desde este punto de vista, el valor de la lectura como puesta-a-prueba-sin-frutos, como fin en sí mismo; como pelea a muerte, no ya con el autor, sino contra nosotros mismos, contra esa parte de nosotros mismos que sigue esforzándose miserablemente en no-saber, en no-comprender, en no-mejorar. En el fondo, leer cosas que no comprendemos es una decisión moral y, como tal, su puesta en práctica debiera ser asimismo un imperativo del lector responsable. Una fórmula: “Leer lo que no se comprende y aun cuando no se comprenda nos obliga en cualquier caso a dialogar con nosotros mismos”. Dejando al margen todas las obras vacuas que nos saldrán al paso (y que no serán pocas), sigue valiendo la pena aguardar, sin demasiada esperanza, un fortuito golpe de sol en la cara.

jueves, 5 de septiembre de 2013

EL PERFECTO RESUMEN SIRIO


Lo ha hecho John Carlin, que en su último artículo para El País escribía: “Mientras los grandes estrategas de Occidente se plantean matar con misiles a gente que mata a gente con gas a favor de gente que come corazones, la sabiduría de las masas apunta a otras cosas.”

No me hubiera importado firmar esa frase (cambiando, eso sí, el término “sabiduría” por este otro: “estupidez”).

lunes, 2 de septiembre de 2013

MORTADELA


                                              A P., que acaba de volver de Polonia.



Un niño a su padre, frente al escaparate de una conocida librería coruñesa:
“Papá, ¿tienes mortadela?”
Ojo, no se precipiten, que el chaval no pide un bocata de mortadela (merienda habitual de muchos infantes que su padre, a fin de cuentas, bien podría atesorar en el bolso –la merienda, no los infantes, pedazo de bestias–); ni siquiera emplea la primera persona del plural (“tenemos”), que haría referencia más bien a un repentino y preocupado interés por la hipotética falta de provisiones neverísticas del hogar. No. El niño quiere saber si su padre lleva mortadela encima, como otros llevamos mecheros o paquetes de kleenex.
Genial.
No sé por qué esta escena me ha hecho pensar en Bruno Schulz, que en La mitificación de la realidad escribía:
“Consideramos normalmente la palabra como una sombra de la realidad, su reflejo. Más justa sería la tesis contraria: la realidad es la sombra de la palabra”.
…y en Witold Gombrowicz (a quien ya he referido con anterioridad en este blog), que en el prólogo a Ferdydurke se lamentaba:
“Estamos en la situación de un niño que se ve obligado a llevar un traje demasiado grande para él y en el cual se siente incómodo y ridículo; el niño no puede quitárselo, puesto que no tiene ningún otro, pero, por lo menos, puede proclamar en voz bien alta que el traje no está hecho a medida, y de tal modo establecerá una distancia entre el traje y su persona. Esto significa: tomar distancia frente a la forma”.
Miren: a lo peor les he mentido. Lo cierto es que creo intuir por qué la escena de la mortadela, con su niño deliciosamente ingenuo y su adulto (in)naturalmente desconcertado, me ha recordado a Schulz y a Gombrowicz…
¿Cuánto tardaremos en reconocer de una vez por todas que el denominado “Realismo Mágico”, uno de los mayores hitos de la literatura sudamericana, es en realidad un invento genuinamente polaco?
Se aceptan cartas amenazantes… y bocatas de mortadela.


P.S. También he recordado cómo mi ex-no-esposa solía repetir con cierta frecuencia que ella prefería el vodka polaco al ruso… pero esa ya es otra historia, supongo.