lunes, 31 de diciembre de 2012

NUEVOS PADRES


El gobierno parece dispuesto a erradicar esta manía nuestra de recurrir a “Papá Estado” cada vez que enfermamos. Claro. Prefiere que recurramos (talón público mediante) a “Mamá Empresa-privada”, que lleva muchos años felizmente casada con “Papá Libre-mercado”. Alguno dirá que no hacen mala pareja, pero lo cierto es que como padres dejan bastante que desear (sobre todo en lo económico), pues juzgan a sus vástagos en función de pérdidas y ganancias. Se rumorea que esta es precisamente la base de su matrimonio. Casi sin darse cuenta uno va dejando de ser hijo hasta convertirse en cliente, que por lo visto es una fórmula más molona y más austera (?!). Pronto llegará ese mágico día en que diremos “papá, tengo cáncer ¿puedo permitírmelo?”. La respuesta vendrá en forma de préstamo. Si nadie lo remedia nos habremos convertido –por obra y gracia de nuestros nuevos padres– en unos auténticos hijos de puta, en una caterva de pobres enfermos desheredados. Chachi. Feliz año nuevo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS FANTASMAS DE LA SINTAXIS


En el interior de mi cabeza pululan frases demasiado largas para ser escritas, así que –qué remedio– las voy recortando. Unas veces las recorto tanto que pierden su sentido antes de llegar al papel; otras se resisten al proceso de recorte aliándose con los fantasmas de la sintaxis, que se alimentan precisamente de ellas. Contra éstos poco se puede hacer en realidad, acaso seguir escribiendo con la esperanza de arrebatarles las mejores frases; aunque uno nunca sabe cómo reaccionarán a la hora de la verdad, una vez acorralados y frente a frente con el tirano.

lunes, 24 de diciembre de 2012

PSICOANÁLISIS


Nada malo –yo lo sabía– podía pasarme con aquella toalla prendida al cuello, cubriéndome la espalda, la capa de Superman que alguna de mis tías habría sacado de la bolsa de playa para disfrazarme de superhéroe de las regiones arenosas, dispuesto a enfrentarse a los villanos invisibles de Cabo de Gata. Era un juego tonto, pero era mío y me lo tomaba muy en serio. Hacía expediciones desde la orilla a la carretera, sorteaba peligros en las dunas, sudaba, posaba para que me hicieran fotos.
Una toalla normal, azul y roja.
Con el paso de los años aquella capa improvisada fue sufriendo sucesivas transformaciones: de toalla de playa a videoconsola, de videoconsola a balón de fútbol, de balón de fútbol a libro de poemas, de libro de poemas a cigarrillo, de cigarrillo a guitarra, de guitarra a bloc de notas, de bloc de notas a Trankimazín 1 mg. Todas estas cosas tan sólo para sentirme más seguro, para volver a la playa y ser de nuevo aquel superhéroe que no conocía el miedo, pero sobre todo para recuperar la maravillosa sensación de que nada malo puede pasarme. Y no se lleven a engaño: llega un momento en que lo único que realmente funciona es la pastilla. Feliz Navidad.

jueves, 20 de diciembre de 2012

ÚLTIMO REFUGIO


Algunos jóvenes de mi generación hemos asumido que uno puede aprender a disfrutar de la tercera sinfonía de Brahms, del Kind of blue de Miles Davis o de los experimentos vanguardistas de Radiohead sin caer en el esnobismo. Claro que tampoco olvidamos que a veces basta con un muro de guitarras eléctricas, cuatro acordes y un buen estribillo para alegrarnos el día, y que no debemos (o no deberíamos) avergonzarnos por ello. El último disco de los californianos Green Day (¡Tré!, Reprise, 2012) es como un viaje de vuelta a la adolescencia: te engaña dulcemente, haciéndote creer que se pueden comenzar noventa y nueve revoluciones esta misma noche. Me temo que para muchos de nosotros –sobre todo teniendo en cuenta la brutal falta de expectativas vitales– la adolescencia perdida (convenientemente maquillada, tergiversada, idealizada incluso) es el último refugio, una mentira piadosa que se nos aparece como única verdad digna de un estribillo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

SECRETO JULIO


Hoy me acuerdo de mi tío Julio (que en realidad es tío de mi madre, pero que para mí siempre ha sido y será el tío Julio). Quizás porque el pasado domingo Javier Marías escribía sobre el fin de los "favoritos secretos", quizás porque empiezo a estar harto de según qué secretos, quizás porque los secretos literarios me siguen pareciendo dignos de ser compartidos, recuerdo los libros de Julio y monto en cólera. El caso es que no puedo dejar de pensar, no sólo en él, sino en tantos otros autores que a menudo son omitidos, unas veces por olvido, otras sencillamente por desconocimiento o estupidez.
No les diré que Julio López Cid es un genio, no estaría bien, quedaría más como una muestra de incondicional adhesión familiar –de la que soy poco sospechoso, por cierto– que como juicio crítico responsable, y además sería exagerado. Sí les diré que es un escritor interesantísimo, profundo y poético, poco prolífico (o poco publicado, que al final es, me temo, lo mismo). Su última referencia comercial, El Río (Duen de bux, Ourense, 2008), es un libro cautivador… y prácticamente desconocido, por desgracia. Diga usted que le tocó ser eclipsado por otras luminarias de su generación (fue muy amigo de José Ángel Valente y de María Zambrano), diga usted que muchos no le perdonaron aquello de escribir en castellano siendo gallego, diga usted que quizá su “exilio” suizo contribuyó a alejarlo de determinados círculos culturales, pero los (injustos) hechos son claros: a Julio López Cid le faltan los lectores que se merece, le falta ser reivindicado y difundido en condiciones. Por eso, lejos de quejarme del fin de los “favoritos secretos”, prefiero tomar el camino opuesto y confiarles este otro: lean a Julio. No se arrepentirán.

lunes, 10 de diciembre de 2012

OREMOS

Se me ocurren un par de oraciones laicas para estas Navidades:

“Joyce nuestro que estás en los libros, celebrado sea tu nombre, venga a nosotros tu monólogo interior. Léase tu obra, así en Irlanda como en el mundo. Danos hoy nuestro Ulises de cada día. Perdona nuestra mediocridad, como nosotros perdonamos a los lectores de best-sellers. No nos dejes caer en la mala literatura, y líbranos de Paulo Coelho, Amén”.

“Katherine Mansfield, llena eres de genio, el talento es contigo. Maestra tú eres entre todas las mujeres, loado es el fruto de tu escritura, tus relatos. Katherine Mansfield, madre del cuento moderno, ruega por nosotros, escritores, ahora y en la hora de nuestra publicación, Amén”.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

ÉTICA Y ESTÉTICA


Dice mi peluquero que no me queje de estar parado (juro que no recuerdo haberme quejado), que la culpa es en el fondo mía por haber estudiado Filosofía, cuando todo el mundo sabe que esas cosas no tienen salida profesional y que hay que dejarlas para el tiempo libre de cada uno. Dice mi (ex)peluquero que aquí hay que partir de una premura (sic), y es que el sistema educativo está mal planteado desde su misma base, que en definitiva sobran profesores y falta mano dura. Dice el señor que no volverá a verme el pelo que si está bien así de corto, al tiempo que me muestra en un espejo de mano el reflejo de mi cogote. Le digo que no, que he cambiado de opinión, que haga el favor de seguir recortando hasta dejarme una cresta, y contesto a su media sonrisa incrédula con una mirada dura, desafiante.

lunes, 3 de diciembre de 2012

UN NUEVO INTERROGANTE


(1)
Hace un par de semanas mi padre me hacía la clásica pregunta: ¿qué libro te llevarías a una isla desierta? Mi respuesta, tan caprichosa como cualquier otra, carece de interés. Sin embargo, desde que tenemos noticia de la (in)existencia de la isla Sandy se me ocurre que quizás sea el momento de afrontar un nuevo interrogante: ¿qué isla desierta nos llevaríamos a un libro?
(2)
Me sorprende comprobar que en La corte estupenda –el no menos estupendo blog de Sara Arias García– se me compara con un preso. Me sorprende y me encanta, porque siempre he pensado en la escritura como cárcel, y en la cárcel como isla desierta, y en la isla desierta como contenido fantasma de un libro que nadie lee. Por suerte algunos todavía son capaces de ver belleza en todo esto. Se agradece.
(3)
Vayamos entonces al grano: ¿qué isla desierta me llevaría a un libro? Pues miren, pensándolo mejor creo que el nuevo interrogante es tan absurdo como el clásico, porque, si puedo fiarme de mi propia argumentación, todo parece indicar que la isla y el libro son en realidad la misma cosa: una cárcel estupenda. Eso debí haberle dicho a mi padre. Eso le digo desde este blog a Sara. Y a ustedes les digo: no dejen de creer en Sandy.